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Notes from Outside

Una cadena de eventos afortunados

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Una cadena de eventos afortunados

Notes from Outside
/Número 10

Una cadena de eventos afortunados

Liz Seabrook
/Tiempo de lectura: 5 minutos

A veces, basta con tener un poco de fe en el universo. Eso, y buena compañía que te anime a no tirar la toalla cuando las cosas se ponen cuesta arriba. Es lo que aprendió Liz Seabrook durante su primera aventura de bikepacking en una bici de gravel: la edición GranGuanche del Rally Femenino de komoot. En esta entrega de “Notes from Outside”, comparte los altibajos de la ruta (literales y figurados), demostrando así una vez más que tras cada foto sonriente que se toma en la cima se oculta una historia con mucha miga: un ascenso brutal, inseguridades, la presión de comprobar de lo que somos capaces y, lo más importante, la revelación de cuáles son los ingredientes necesarios para hacer que una aventura valga la pena. ¡Vivan las aventuras en busca de lo desconocido en buena compañía!

Catherine

Redactora jefa de “Notes from Outside”

La noticia de que había sido seleccionada para el Rally Femenino de komoot de 2023 me llegó cuando más la necesitaba: se acercaba el otoño y me hacía falta motivación para salir con la bici en invierno. Rodar de isla en isla por la ruta GranGuanche en las Canarias era música para mis oídos. 2023 había sido el año elegido para mandarlo todo a paseo, así que, teniendo en cuenta que no tenía ninguna experiencia con el gravel y que odio los ascensos, la ruta me ofrecía la dosis perfecta de imprudencia para inaugurar “mi año desenfadado”. Ante la imposibilidad de enfrentarme a esta aventura con las escuálidas cubiertas de mi bici de carretera, me di 24 horas para encontrar una bici de gravel o cancelar mi participación. Cuando se cumplió el plazo, tenía una bici, unas cubiertas tubeless-ready y otras piezas imprescindibles, además de ayuda para juntarlo todo y crear un velocípedo al más puro estilo del Dr. Frankenstein. Gracias, universo.

Mi bici y yo llegamos a Lanzarote con los nervios bajo control gracias a Rescue Remedy —unas gotas de flores de Bach con efecto calmante— y la convicción de que ya solo restaba una cosa por hacer: pedalear. Me alojé con una compatriota británica, Iona, que tenía una tercera cama, pero la supuesta ocupante no se presentó y se quedó vacía. La ausente resultó ser Millie Gibbons, que llegó a mi vida para convertirse en otro regalo del universo. 

Esa primera mañana, el asfalto liso me dio una falsa sensación de seguridad. Íbamos a un paso tranquilo y encontré mi lugar en el grupo, al menos hasta que una subida por una pista de grava me puso en mi sitio. Me di cuenta de que no estaba preparada. Vi a otra ciclista a lo lejos, Aurélie, empujando la bici. Cuando la alcancé, me sonrió y dijo: “No tiene sentido quedarnos sin fuerzas el primer día; tenemos una semana por delante”. Eso era exactamente lo que necesitaba oír.

No me gustan las subidas, pero todavía no he encontrado una bajada que no me haya colmado de alegría. Me enfrenté al primer descenso yo sola, así que decidí ir con cuidado, pero me sentí un poco ridícula. No iba a pasar nada por darle un poco más de caña, ¿no? Oí un crujir de ruedas a mi espalda acercándose a toda pastilla; era la increíble ciclista e impulsora de los Rallies Femeninos de komoot, Lael Wilcox. Me dedicó una amplia sonrisa y, junto a Rue, desaparecieron ante mis ojos, dejando una estela de polvo tras ellas. Solté los frenos y seguí su ejemplo, sonriendo de oreja a oreja.

Después del polvoriento descenso, encontré un ritmo cómodo y seguí avanzando. A eso de las 16:00, divisé un café con un montón de bicis aparcadas. Me podía unir al grupo para disfrutar de una comida algo tardía. “En las pistas de grava que vienen ahora hay que portear la bici, así que vamos a ir por la carretera”, me anunció Sarah apenas saludé. Y así fue como ese día me quedé sin comer. Nos organizamos en un pelotón de doce ciclistas en filas de dos y pedaleamos deprisa para no perder el ferri de las 18:30 con destino a Fuerteventura, la siguiente isla. Estaba cansada y hambrienta, pero también animada y agradecida de despedirme de la isla en compañía. En el puerto, apareció ante mí un paquete de patatas fritas. “Nos ha dicho un pajarito que necesitas esto”, dijo riendo una de las gemelas Gehrig. Me reencontré con Millie y ya no nos separamos en toda la semana.   

La mejor palabra para describir Fuerteventura es “viento”. Empezamos bien, protegidas de la fuerte brisa que soplaba del interior hacia la costa, pero pronto comenzó a azotarnos de lado a lado, acortando la distancia entre nosotras y el borde del acantilado por donde transcurría la ruta. Cuando cambiamos de dirección hacia el interior, el viento en contra nos recibió con una crueldad descorazonadora. Apretando los dientes, maldije el plato de 42 dientes por no responder como yo habría deseado e hice girar los pedales con fuerza. No tardé en notar que a la rodilla no le hacía ninguna gracia el esfuerzo: se estaba agarrotando. Sami se detuvo a mi lado y me preguntó si estaba bien. Le expliqué lo que me pasaba y, como por arte de magia, esta ciclista española me puso en la mano una banda elástica de resistencia y una pelota de masaje. “Tienes que hacer crab walks para activar los glúteos. Quédate con la pelota para usarla cuando pares a descansar”. Mi salvadora.  

El tercer día de la ruta, en Gran Canaria, llegó el siguiente milagro del cielo. Comencé el día con fuerzas, ascendiendo por las primeras colinas hasta el inicio de lo que prometía ser la madre de todas las pendientes. Con un tercio del ascenso completado, llegaron las dificultades. Mitad pedaleando, mitad caminando, escalamos hacia las nubes hasta adentrarnos en ellas. A diez kilómetros de la cumbre, el aire denso se fusionó con la lluvia y se me pasó por la cabeza rendirme.

Mis piernas se habían quedado sin fuerzas y no teníamos un sitio donde pasar la noche. Además, estaba mojada hasta los huesos, así que dormir bajo la lluvia no parecía la opción más segura. ¡Mensaje al canto! “Mis amigas están en Tejeda y tienen seis camas libres. ¿Necesita alguien alojamiento para esta noche?”. Millie aceptó la oferta de Anja sin pensárselo. Llegamos muertas de frío y delirando, pero una taza de té, sonrisas cariñosas y mantas calentitas lograron resucitarnos. 

Teniendo en cuenta lo difícil que había sido para mí el día anterior, Millie y yo decidimos ser precavidas a la mañana siguiente y empezar por carretera para evitar el primer tramo de grava. Este implicaba una bajada pronunciada seguida de un ascenso nada sencillo por terreno mojado debido a la lluvia. Volvimos a la ruta justo a tiempo para disfrutar de un veloz descenso envuelto en niebla. El barro nos hizo sentir como en casa. Pero era la primera vez que usábamos neumáticos sin cámara y ambas perdimos fuelle cuando la cubierta de Millie se puso fofa. Intentamos girar la rueda y, segura de mí misma, sugerí hacer algo con una mecha (no una mecha de vela; me refiero a unas tiras de caucho adhesivas para taponar agujeros en la cubierta), aunque no sabía qué exactamente. “Necesitáis una Dynaplug®”, nos dijo Beth riéndose mientras se detenía a nuestro lado. Sacó una mecha y taponó la raja en un santiamén. ¡Salvadas de nuevo! 

Tenerife fue la cuarta isla del rally, y pasó volando. Había nieve en las montañas, así que cambiamos las alturas por el sol de las tierras más bajas. Cuando llegamos a Los Cristianos, dos días antes de lo esperado, me embargó un enorme alivio. Entré en una gelateria y rompí a llorar. Estaba contenta de haber logrado llegar al final y agradecida por los cálidos abrazos de mi nueva compañera de aventuras ciclistas; sin ella, habría tirado la toalla. Tener al universo de tu parte te ayuda a seguir adelante durante la ruta. Pero las amistades que forjas por el camino —Millie Gibbons en mi caso—, esas que te obligan a escuchar música durante los ascensos más duros, que no dejan que te rindas y que te apoyan día tras día, esas son las personas que te llevan hasta la meta.  

Nota de la redactora: ¿Quieres más información sobre los Rallies Femeninos de komoot? La segunda edición es en Eslovenia en septiembre de 2023. Y en noviembre nos vamos a Arizona para el primer Rally Femenino de komoot en Estados Unidos.

Texto y fotos de Liz Seabrook

Liz Seabrook es fotógrafa de retratos y de temas cotidianos, y vive en Londres, aunque trabaja por todo el mundo. Se crio en el campo, por eso trata de escapar de la ciudad siempre que puede para montar en bici, caminar o nadar al aire libre. Fiel defensora de tomarse las cosas con calma y disfrutar del viaje, a Liz le encanta conversar mientras come patatas fritas y se para a acariciar a todos los perros que se le acerquen, pero siempre al final del pelotón, sin prisas ni ambiciones de ponerse en cabeza.

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