Noviembre de 2019. Un avión nos lleva a mi incansable compañero de aventuras y a mí a Nepal. Un sueño hecho realidad. El comienzo de una gran aventura que había guardado en el cajón de los deseos durante años y que a menudo imaginaba antes de dormir. El primer impacto al salir del aeropuerto de Katmandú es de caos, ruidos de bocinas y taxistas que quieren venderte su servicio a toda costa. Aún estamos lejos de la calma.

Sin embargo, a medida que nos alejamos de la capital en autobús, el mundo adquiere otra forma, otro sabor: la vida se vuelve más lenta, menos agitada, e incluso la pobreza se hace más tangible. Pokhara es el primer destino de este viaje. Este lugar es el punto de partida para quienes están a punto de alcanzar la cima de los picos más altos del planeta. En los días claros, el Annapurna, el Manaslu, el Machapuchare y muchos otros picos se reflejan en el enorme lago Phewa, mientras que los coloridos barcos que flotan en el agua agregan a esta vista un toque artístico e inolvidable.

El verdadero viaje, sin embargo, comienza con el traslado en coche –un Suzuki Alto en precario estado– de Pokhara a Nayapul. Este trayecto se caracteriza por grandes baches, caminos de tierra y obras, todo ello amenizado por interminables canciones nepalíes. La aventura no ha hecho más que empezar y ya me encanta.

En Nayapul cogemos un autobús, si se le puede llamar así: es grande y de colores vivos. Sobre el techo hay un portaequipajes en forma de cesta donde se cargan mochilas, bolsas con comida y mucho más. El parabrisas está adornado con guirnaldas triangulares que revolotean con el aire, el interior es un derroche de colores y adornos y la puerta está siempre abierta, incluso durante el viaje.

¡Arrancamos de nuevo! Esta vez en dirección a Ghandruk. El autobús avanza por una carretera estrecha y –obviamente– sin asfaltar, con grandes desfiladeros y acantilados a ambos lados. Si tienes vértigo, te recomiendo que te sientes en los asientos delanteros.

Después de una hora y media de balanceo llegamos a Ghandruk. Debo admitir que nada más bajar del autobús hubiera besado el suelo bajo mis pies. Pero incluso esta experiencia –no apta para personas aprensivas– hizo que la aventura fuese aún más emocionante.

El pueblo alpino de Ghandruk es el verdadero punto de partida de nuestro viaje. A partir de aquí nos esperan horas de marcha, continuas subidas y bajadas y hombres, mujeres y niños con tímidas sonrisas y grandes corazones. En el horizonte se alza el Annapurna: parece tan lejano. Es de una belleza sin igual.

Por si te preguntas qué llevar, aquí enumero una lista de cosas útiles: una mochila resistente y cómoda, zapatos de aproximación, camiseta transpirable y pantalones de senderismo. Por la noche las temperaturas bajan drásticamente, así que lleva camisetas térmicas o un forro polar y un gorro de lana. También un saco de dormir, barritas, una botella de agua grande, toallas higiénicas (a medida que ganes altitud, más te acordarás de la ducha) y una batería portátil. Serán cinco días de desintoxicación digital: la conexión a internet es mala por no decir inexistente, así que te deseo que llenes los ojos de la belleza que te rodea y te olvides de la pantalla del móvil.

No hay que subestimar esta experiencia. El mal de altura no debe tomarse a la ligera. Si crees que el número de etapas no te permitirá aclimatarte correctamente, puedes añadir una pernoctación adicional. Si te sientes mal, tienes dolor de cabeza, vómitos o dificultad para respirar, comienza a perder altura cuanto antes y descansa. Un consejo que siempre es válido: bebe mucha agua y escucha a tu cuerpo.

Recuerda solicitar el permiso de trekking del Annapurna antes de partir. Se puede obtener acudiendo a la Oficina de Turismo de Katmandú o Pokhara o en una agencia de trekking.

En este enlace encontrarás algunas fotos de mi viaje: annapurnamarikabba.weebly.com.

¡Feliz caminata!