Es un enero como muchos otros: frío y lluvioso. Ahogado en la atmósfera grisácea de un barrio parisino, empiezo a viajar por los mapas. Con un atlas en la mano, consulto los territorios que salpican el norte de África. Leo algunos testimonios, miro algunas fotos. El desierto es de una belleza extraordinaria, embriagadora. Jack London escribió "La llamada de la selva" y yo, de repente, no me quito de la cabeza una aventura que con mucho gusto llamaría "la llamada del desierto".

Tras consultar la ficha marroquí en la página web de France Diplomatie, asumo que el reino cherifiano es el destino más seguro del Magreb. Llamo por teléfono a varios amigos. En mi círculo, nadie trabaja. Además, siempre están dispuestos a seguirme en mis locas aventuras. Las conversaciones son rápidas y en nuestra hoja de ruta prevemos una estancia de casi cuatro semanas en Marruecos. En la agenda figuran las ciudades de Marrakech, Essaouira, Sidi Kaouki y Ouarzazate. En Ouarzazate, dejaré al grupo y me sumergiré en las entrañas del Anti-Atlas, una pequeña cadena montañosa cuyo punto más alto se encuentra a 3305 metros sobre el nivel del mar. Enganchado a mi mochila, emprenderé una caminata de cinco días con total autonomía.

La organización para un viaje de este tipo es diferente a la de un trekking en los Alpes o los Pirineos. Marruecos es un país precioso, pero alejado de nuestros hábitos y costumbres. Allí todo es diferente: los sonidos, los colores y los olores. Orientarse en un paisaje desértico no se parece en nada al divertido juego que practico en nuestras preciosas montañas. Tengo que ser consciente de todos los peligros que me aguardan sin la ayuda de nadie.

En internet encuentro antiguos mapas topográficos 1:100.000 de uso militar, publicados en 1974. Era 2020, así que habían pasado 46 años desde entonces. En el Vieux Campeur completo mi investigación con una topoguía que indica la ruta seguida por las organizaciones locales de senderismo. Por último, me equipo con un Garmin InReach que me permitirá geolocalizarme en cualquier momento.

En la mochila intento llevar lo justo y necesario. Los días son cálidos y las noches frías, así que llevo un saco de dormir adecuado y un forro polar extra. Además, añado un filtro de agua. In situ compraré alimentos para una semana: sémola, cacahuetes, miel y aceite de oliva principalmente.

El itinerario que pienso seguir parte del pueblo de Kelâat M'Gouna, muy famoso por su producción de agua de rosas. Son cinco días en los que avanzaré a través del Anti-Atlas hasta llegar a Boumalne Dadès, ciudad conocida por ser la puerta de entrada a las magníficas gargantas del Dadès.

Si quieres vivir esta aventura puedes llegar a Kelâat M'Gouna o Boumalne Dadès en autobús o en taxi desde las grandes ciudades: Ouarzazate, Marrakech, etc. También puedes viajar en tren: en las estaciones te darán información sobre los precios y los horarios.

Aquí te presento los itinerarios de mi aventura. Acompaño mis palabras con fotografías en blanco y negro y en color. La cámara ha estado sometida al calor del sol marroquí, así que muchas de mis fotos se han visto alteradas durante el revelado. Sin embargo, siguen siendo muy originales. Si quieres descubrir más, te invito a visitar mi blog a través del siguiente enlace: simonwicart.com/voyage/trek-dans-le-jbel-saghro