El río Ebro es la génesis de la vida y la cultura de los seres que habitan Iberia. La fuerza de sus aguas (que se recolectan a través de sus 930 kilómetros camino del mar) ha creado, y continúa transformando, el paisaje de la península. Corriente abajo, el río ha labrado cañones, meandros, valles y estuarios donde los seres vivos han prosperado por milenios. El Ebro ha obrado, incluso, el milagro de reverdecer los desiertos a su paso por las Bardenas Reales y los Monegros.

El delta del Ebro debió ser un accidente geográfico de referencia para los navegantes griegos clásicos en sus travesías por el Mediterráneo. El método antiguo para orientarse consistía en denominar los lugares por sus paisajes más significativos. En esa época, la gran desembocadura debía ser un paraje sobresaliente que contrastaba con el resto del litoral. De esta manera, los griegos se referían a toda la costa oriental de la península y sus habitantes como “Iber”, lo que significa “orilla” o “ribera de río”. Este hidrónimo terminó dando su nombre a la península ibérica y a los íberos.

Durante siglos, la gran depresión fluvial ha funcionado como una autopista bidireccional para personas, objetos e ideas. Este caudal antropológico ha sedimentado un ingente acervo patrimonial, tanto religioso como económico. Las vertientes del camino de Santiago que confluyen en el valle del Ebro dejaron en la Edad Media un rosario de construcciones románicas. Además, por todo el valle proliferan las estructuras que la humanidad ha usado para dominar la corriente en su propio beneficio: puentes, azudes, canales, embalses, molinos, batanes, centrales hidroeléctricas y fábricas.

A pesar de su intensa humanización, la cuenca conserva grandes extensiones salvajes donde la vida silvestre y el paisaje permanecen casi vírgenes. Si es que algo en una corriente de esta magnitud pudiera etiquetarse de permanente, ya que el Ebro vive en constante cambio y transforma el entorno a su paso.

El camino natural del Ebro (GR 99) es una propuesta de confluencia de los entornos natural y humano del río en un trazado que recorre la totalidad de su cauce. Te invito a pedalear por diez provincias y recorrer sus cañones, valles, meandros y desiertos bañados por el agua en una aventura que cubre cerca de 940 kilómetros divididos en doce etapas.

La aventura comienza en Fontibre, a seis kilómetros de Reinosa. A esta población cántabra es fácil llegar en tren por la línea que une Madrid y Santander. Para terminar, te espera la playa de Riumar, en el delta del Ebro. La mejor opción es pernoctar en esta población y volver en bicicleta hasta Amposta, desde donde puedes tomar un tren en dirección norte hacia las principales ciudades catalanas o, en dirección sur, hacia Valencia.

Esta Colección es un reto que requiere un conjunto de habilidades básicas para su disfrute, ya que el camino es muy heterogéneo. Las vías asfaltadas apenas abarcan unos 220 kilómetros del total. Para llegar a los rincones más espectaculares del Ebro y cubrir toda su magnitud, el trayecto te lleva a rodar por un alto porcentaje de senderos y pistas de tierra que, en algunos casos, son muy remotos o exigentes. Sin embargo, cada vista y paraje será una recompensa a la altura de las circunstancias.

A pesar de la envergadura de esta Ruta, te insto a viajar ligero. El entramado humano del cauce te ofrece servicios básicos durante todo el camino y cada etapa finaliza en una población con opciones de alojamiento. Sin embargo, es esencial que empaques ropa suficiente. Lleva prendas de abrigo para las horas más frescas y ropa ligera para las de calor. Es difícil encontrar una época perfecta para pedalear por semejante cuenca hidrográfica. Sin embargo, creo que el mejor balance lo encuentras en los días secos y templados de la primavera y el otoño. El recorrido te lleva desde las montañas al mar y atraviesa una gran variedad de ecosistemas con sus respectivos climas.

En cuanto a la mecánica, lo ideal es que hagas una revisión general a tu bici antes de partir y lleves algunos repuestos ligeros que te saquen de un apuro: cable de cambio, pastillas de freno, cámara y bomba de aire y varias herramientas pueden ahorrarte horas de empujar tu montura. Dada la diversidad de vías por las que pedaleas, lo mejor es escoger una bicicleta cómoda y con buenos neumáticos, preferiblemente nuevos, que te ayude a rodar por todas las superficies.

Por último, es conveniente que hagas espacio en tu dispositivo para la cantidad de fotos que sacarás en el recorrido. Aunque es probable que los paisajes perduren en tu memoria y regresen cada vez que cierres los ojos al culminar esta gran aventura por el gran río de Iberia. Disfruta de navegar a pedales al ritmo de la corriente.