Lugar favorito para cicloturismo
Vaassen ha dedicado la primera estatua a un hombre de batalla para quien no se suelen erigir estatuas. En este caso se trata del comerciante Kleine Willem, figura variopinta, que en aquella época en Vaassen y alrededores deambulaba a diario por las carreteras de 's Heren con fósforos, mercancía en la que se había especializado.
Por cierto, contagiaba luz no solo con sus cerillas, sino también con sus canciones basadas en la religión. Incluso llegó a las columnas de la prensa eclesiástica.
Willem van Tongeren solía pararse en su tambor de vendedor ambulante, pedía silencio, se ponía la gorra bajo el brazo con reverencia y luego decía así: “¡Grita tierra, grita en voz alta al Señor, hola! Servid a Dios con alegría, dadle gloria, ¡hola!”, etcétera. Y este fue su himno: “Dios es tan infinitamente bueno que hay que amarlo. Él me da vida, alimento y bebida”.
Circulan muchas anécdotas sobre Willem van Tongeren, el “flierefluiter de Dios”. Por ejemplo, cuando veía ropa limpia en el tendedero en algún lugar de sus viajes diarios, se quitaba un par de calzoncillos largos limpios y ponía uno sucio en su lugar.
(vaassenhistorie.nl/beeldbank/known-vaassenaren)
14 de noviembre de 2020
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