Existen dos teorías sobre el origen árabe del topónimo que dio nombre a La Mancha. Una viene de la expresión Manxa o Al-Mansha, que se traduce como “tierra sin agua”; la otra, de Manya, que significa “alta planicie”. Ambas características saltan a la vista cuando recorres sus carreteras y paisajes, protagonizados por un inmenso y sinuoso horizonte de tonos ocres donde el verde escasea.

Con una extensión cercana a los 30 000 kilómetros cuadrados, la altiplanicie manchega es una de las mayores regiones naturales de España. En su vasto territorio caben las provincias de Albacete, Cuenca, Ciudad Real y Toledo. Sus llanuras han sido explotadas por romanos, musulmanes y cristianos durante milenios.

Si la miras con detenimiento y escudriñas los pliegues de su árida apariencia, te encuentras con infinitas sorpresas. En una primera capa se encuentran sus paisajes agrícolas y naturales. Pocos rincones de sus tierras se conservan sin aprovechar. La Mancha es una colcha de retazos de campos de olivos, almendros, viñedos, cereales y dehesas ancestrales surcadas por ríos, arroyos y acequias.

Si miras un poco más en detalle, descubres puentes, hitos, edificios religiosos y militares, casas de labranza y palacios que son reductos de historia. Aparte de sus vestigios romanos, puedes encontrar edificaciones del período de la reconquista, de cuando las órdenes militares de Santiago y San Juan dominaban el territorio.

En unas tierras tan áridas como estas, los ríos se convierten en corredores fundamentales de la vida y las actividades humanas. El Camino Natural del Riánsares vertebra un valioso patrimonio natural y cultural. A pie por sus fértiles vegas puedes sumergirte en sus silenciosos paisajes, enlazar las perlas de la historia que se mantienen estoicas ante los elementos y, por supuesto, visitar poblaciones rurales con un increíble acento tradicional.

Te propongo recorrer los cerca de 100 kilómetros de este cauce manchego en seis etapas. El camino es llano, entre la cabecera del río y su desembocadura en el Cigüela hay menos de 300 metros de desnivel negativo. Además, el itinerario transcurre en su mayoría por pistas de uso agrícola que no suponen ninguna dificultad. De este modo, bastará con que lleves buen calzado, una mochila y ropa acorde a la previsión del tiempo. Eso sí, la sombra escasea, por lo que la crema solar y una prenda para cubrirte la cabeza son imprescindibles.

La travesía se inicia en Vellisca, pero esta población no cuenta con transporte público. La mejor forma de acceder a ella es llegar en tren a Tarancón y, desde ahí, tomar un taxi cuyo trayecto dura una media hora. El final del itinerario se ubica en la estación de tren de Quero, desde donde puedes conectar con Toledo y Madrid.

Los mejores días para recorrer el Camino Natural del Riánsares son los de la primavera y el otoño. Ambas temporadas ofrecen temperaturas templadas y paisajes esplendorosos. Eso sí, trata de evitar los días posteriores a las precipitaciones, ya que el terreno arcilloso podría ser un obstáculo considerable. El invierno podría ser muy duro, tanto por la nieve, como por el viento y el frío. En verano es muy probable que el curso del río esté seco y la ausencia de sombra, aunada a las altas temperaturas, hace que andar por La Mancha sea muy desaconsejable.

Por último, te doy una recomendación especial. Lleva contigo un par de prismáticos y ten a mano tu dispositivo fotográfico preferido. Por el horizonte manchego es muy fácil avistar especies de fauna, tanto terrestres como aves. Por los cielos verás milanos, águilas perdiceras, cernícalos y otros. A ras de suelo, perdices, zorros, conejos, jabalíes, corzos y ciervos.

Como ves, La Mancha está llena de maravillosas sorpresas, solo te queda empezar a recorrerla ¡Disfruta!